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Evento Carrington

El cielo nocturno es uno de los mejores escenarios para contemplar diversos fenómenos celestes, algunos de los cuales han acaparado, desde la antigüedad, la atención y admiración del ser humano.  En todo el globo, tanto en el continente americano, el viejo mundo, áfrica y el lejano oriente, la observación y estudio de estos acontecimientos dio paso al nacimiento de la astronomía y también abrió el camino para la astrología junto a un sinfín de interpretaciones religiosas que vaticinaban fortuna o calamidades para un territorio, gobernantes o pueblos enteros.

Fenómeno celeste.

Entendemos por fenómeno celeste, todo evento astronómico que involucra una o más entidades físicas naturales presentes en el universo cuyos efectos son percibidos desde la tierra;  éstos se pueden clasificar en sucesos que acontecen en un momento específico y que se pueden predecir con base a complejos cálculos matemáticos, como los eclipses, el paso de un cometa, las fases de la luna, movimiento y conjunciones planetarias, lluvia de meteoros (Líridas, Perseidas, Leónidas, Acuáridas).  También están aquellos que ocurren sin previo aviso, como el ingreso a la atmósfera de un meteorito en solitario y otros que, al desarrollarse a distancias astronómicas del planeta tierra, pueden ser apreciados minutos o años después de que sucedieron, como las supernovas, las tormentas solares y su efecto lumínico asociado llamado aurora (polar, boreal o austral).

Éste tipo de sucesos junto a otros fenómenos naturales como la migración de aves (te podría interesar: https://flotilla-aerea.com/2017/11/12/el-paso-del-azacuan/) o eventos meteorológicos (te invitamos a leer: https://flotilla-aerea.com/2021/08/12/polvo-del-sahara-saharan-air-layer/) comparten un escenario común para ser apreciados y estudiados: el cielo.

Imagen 1. Imagen artística del meteorito observado en El Salvador la noche del 26 de septiembre de 1976 (LPG).

Tormenta solar.

También llamada tormenta geomagnética, es el nombre que recibe el fenómeno resultante del choque del viento solar o de una eyección de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), con el campo magnético de la Tierra.  Cuando estas violentas corrientes compuestas por partículas extremadamente energéticas viajan a través del espacio hasta nuestro planeta, penetran la magnetosfera y provocan reacciones, cuya intensidad y duración (entre 24, 48 horas o varios días) depende de la misma actividad solar, tales disturbios en la ionosfera pueden causar daños en los satélites en órbita, fallas en el GPS a escala global, problemas en la transmisión de señales radio, telefonía móvil y radar, trastornos en la navegación por compás magnético, desarrollo de brillantes auroras a latitudes mucho más bajas de lo normal y en la superficie, daños en las redes y aparatos eléctricos.  La mayor actividad de tormentas solares registradas hasta la fecha tuvo lugar a finales de agosto y principios de septiembre de 1859, en un suceso conocido como el “Evento Carrignton”.

Imagen 2. Infografía del desarrollo de una tormenta solar (AFP)

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Richard Carrington.

Richard Christopher Carrington (26 de mayo de 1826 – 27 de noviembre de 1875) fue un astrónomo inglés graduado del Trinity College, Cambridge, en 1848.  Cinco años después estableció su propio observatorio en Redhill, Reigate, Surrey.  Entre sus muchos logros se puede destacar que en 1859 notó la coincidencia entre una intensa tormenta geomagnética y una llamarada solar que había observado el día anterior, sugiriendo la influencia eléctrica de dicho evento sobre la Tierra y en el desarrollo de las auroras, estudio que actualmente se considera como el nacimiento de la “Meteorología Espacial”.

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Evento Carrignton.

Entre el domingo 28 de agosto y el sábado 03 de septiembre de 1859, tuvo lugar la tormenta solar más potente jamás registrada en la historia y fue documentada en detalle por el astrónomo Richard Carrington.  A partir del día 28 se produjo una gran eyección de masa coronal, cuyo pico de intensidad se dio entre el jueves 01 y viernes 02 de septiembre, sus efectos al golpear el campo magnético de la Tierra provocaron el fallo (cortocircuitos e incendios) en los sistemas de telégrafo en toda Europa y Norteamérica, mientras que intensas cortinas de luz (auroras) fueron observadas en latitudes tan bajas como Florida, Cuba y Colombia… incluyendo a El Salvador!

Imagen 3. Ubicación geográfica de informes de testigos presenciales (puntos naranjas) y registro magnético (puntos azules) de la aurora del 2 de septiembre de 1859 (Green and Boardsen 2006)

El Salvador en 1859.

Hace 162 años, el parlamento nacional acababa de reafirmar la soberanía externa de El Salvador, erigiendo al Estado en República independiente después de la desintegración de la Federación Centroamericana.  La presidencia del país era ejercida por el General José Gerardo Barrios Espinoza y la capital recientemente se había trasladado desde Cojutepeque hacia San Salvador.  En todo el territorio residía una población total cercana en a los 450,000 habitantes (la mayoría sin acceso a la educación básica), concentrados principalmente en las cabeceras departamentales y sus alrededores.  Para esa época, la Universidad de El Salvador contaba con 17 años de funcionamiento, faltaban 11 años para la instalación de la primera línea telegráfica en el país (tecnología que ya era utilizada en los Estados Unidos desde 1843), 23 años para la llegada de la primera locomotora y 31 años para la introducción de los primeros generadores eléctricos, por tanto no había iluminación artificial nocturna, salvo algunos faroles de gas en las principales calles y avenidas.  Como medio de información, circulaba en el país (los días miércoles y sábado) el periódico llamado “LA GACETA OFICIAL”, que cumplía las funciones de “Diario Oficial de la República” y del cual se desprende la nota referente a la aparición de una aurora boreal en cielo salvadoreño, correspondiente a los efectos del “Evento Carrington” y que coincidió justamente con un enjambre sísmico en el departamento de La Unión, que dio inicio a partir del terremoto de 7.1 grados (a 34 kilómetros al sur de Punta Amapala), en la noche del jueves 25 de agosto de 1859.

Artículo transcrito de la GACETA OFICIAL:

La Unión, Septiembre 3 de 1859.

Jueves 1º.- Los temblores han continuado y se ha podido sentir distintamente en el día movimientos, dos muy fuertes, uno a las diez y media y el otro a las dos de la tarde.  Se conoce perfectamente que vienen de Sur a Norte.  La población sigue alarmada; una nube blanca que se elevó sobre el volcán se tomó como humo e hizo creer que aquel hubiese hecho alguna erupción.

Viernes 2.- En la noche del miércoles no ha habido novedad, sin embargo hay personas que aseguran haber sentido tres temblores muy pequeños, en todo el día se han notado dos casi imperceptibles.  En la noche un fenómeno raro ha puesto en movimiento al vecindario, como a las once comenzó a iluminar una luz roja todo el espacio comprendido desde el Norte hasta el Oeste elevándose la iluminación hasta 30º sobre el horizonte y presentando así una perspectiva hermosísima. 

Imagen 4. Concepción del artista, sobre grabado del  autor salvadoreño Francisco W. Cisneros, de la aurora boreal de 1859 sobre San Jacinto (Flotilla-aérea)

La luz condensaba más y más y nos daba una claridad como la de los primeros albores de la mañana, que sin embargo no era suficiente a empañar la luz de las estrellas que percibíamos a través de la iluminación, el mar se enrojeció con el reflejo y parecía sangre.  Esto duró hasta las tres de la mañana que una nube negra y densa levantó en el oriente y comenzó a cubrir presentando entonces una vista curiosa, pues todos los lugares en que la nube no era bastante oscura, se tinturaron de un rojo vivo dibujando así mil figuras caprichosas de fuego en un fondo negro.  El calor subió hasta los 90º Fahrenheit (32.2º centígrados).  La población no durmió, pues asustada por los temblores atribuyó fácilmente este hermosísimo meteoro a la erupción de un volcán”.

San Salvador, Septiembre 3 de 1859.

“También en esta capital (San Salvador) se observó el propio fenómeno y a la misma hora, ocupando un espacio de 30º.  La luz roja era tan viva que las tejas y las hojas de los árboles parecían ensangrentadas”.

Imagen 5. Imagen de referencia de una aurora boreal en tonalidad rojiza en norteamérica (Matt Sellers OCT2011)

Dada la escasa o mejor dicho inexistente tecnología que funcionara con energía eléctrica, el efecto del Evento Carrington en el país se limitó únicamente al espectáculo visual en horas de la noche del viernes 02 y madrugada del sábado 03 de septiembre de 1859 (los efectos de la actividad geomagnética sobre los sistemas vivos y en especial sobre la salud humana no están demostrados a la fecha); sería muy interesante conocer algunas de las interpretaciones que la población de la época haya conjeturado para dar sentido a la coincidente mezcla de una aurora boreal (nunca antes vista por esa generación) y el enjambre sísmico, considerando la tendencia del ser humano para adjudicarle una explicación (a veces fantástica o sobrenatural) a ciertos sucesos, con base a su conocimiento, experiencia, creencias, tradiciones y costumbres (Te podría interesar: https://flotilla-aerea.com/2015/01/18/supersticiones-y-amuletos/).

Lastimosamente en el país no existe evidencia fotográfica de la aurora boreal  observada en el mes de septiembre de 1859, primero por la escasez de los medios necesarios para la captura de imágenes y segundo por la falta del desarrollo tecnológico de la época para la toma de fotografías nocturnas.  Asimismo, desde hace muchísimo tiempo los testigos de éste fenómeno celeste ya fallecieron, quedando únicamente escasos relatos escritos que nos ayudan a imaginar la magnitud de dicho espectáculo en el cielo nocturno de El Salvador.

Artículo elaborado por Flotilla-Aérea vía Mario A._

Fuentes consultadas:

Archivos F/A

La Gaceta, 03 de septiembre de 1859.

https://actualidad.rt.com/actualidad/403311-tormenta-solar-apocalipsis-internet-red-oceano

http://adsbit.harvard.edu

https://ciencia.nasa.gov

https://www.nationalgeographic.es

https://www.snet.gob.sv