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El MI de los militares.

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¿Por qué el cielo es azul?, ¿por qué vuela un avión?, ¿cómo se forman los colores del arco iris?, eran algunas de las primeras preguntas que hizo mi hijo, para las cuales me había preparado, ya que, de alguna forma también se las hice a mis padres en su oportunidad. Claro que siempre hay interrogantes que un niño realiza y solo se puede entregar una mejor respuesta, como la consulta que una vez hizo: “Si DIOS creó todas las cosas… ¿Quién creó a DIOS?”…

En el mundo de las interrogantes que aparecen en nuestras vidas, a veces, quedan sumergidas por una aceptación que obedece al “siempre se ha hecho así”, de esta forma aceptamos parte de nuestra cultura y pocas veces nos detenemos a consultar o interrogar.

El 07 de febrero de 1978 ingresó la promoción “Iceberg” a la Fuerza Aérea de Chile, en la que más de 600 jóvenes engrosaron sus filas, había adolescentes de todo el país, de edades que fluctuaban entre los 15 y 22 años. Nos reunieron en el patio de alarma y un instructor iba leyendo el listado de los reclutas que contestaban con un tímido “presente señor”, que es la forma que se indica la presencia en las escuelas de nuestro país. Luego que varios fueran controlados, pude notar dentro de los recién ingresados a un soldado conscripto, que al ser nombrado respondió con un fuerte “FIRME MI CABO”, reaccionando el instructor y de inmediato llamando la atención a los nuevos soldados-alumnos, ordenándonos a que debíamos contestar de esta nueva forma, que nuestro vocabulario desconocía. Así, de la noche a la mañana saludar con los grados y anteponiendo el “MI” se convirtió en algo habitual, a lo que no hubo la menor observación y solamente nos remitimos a dar cumplimiento a esta tradición que fácilmente la internalizamos y con los años la enseñábamos y con toda propiedad exigíamos.

El inexorable tiempo pasa a tal velocidad que a veces queda poco espacio para realizar preguntas simples, pero a veces desde los nuevos reclutas que llegan a nuestras filas, aparecen personajes que cambian una rígida mirada con consultas con un dejo de irreverencia, la que en una ocasión se la hizo saber a un camarada instructor, en la que el nuevo recluta se negaba a decirle “MI” porque no era algo de él, a lo que el preparado suboficial le recordó que en el “Reglamento de Servicio de Guarnición de las Fuerzas Armadas” en el Título N° 2, Capítulo IV TRATAMIENTOS, indica el tratamiento que se le debe otorgar al Presidente de la República, Ministros, Generales y en forma particular en el artículo 279 consigna que: “el tratamiento de un subalterno a un superior entre miembros de una misma o diferente Institución, será anteponiendo la palabra “Mi”, al grado que tiene el superior.”

A causa de esta inesperada anécdota, en el uso del “mi”, comencé a consultar a los suboficiales más antiguos y sobre todo a quienes se manejaban en reglamentación o historia, después de un buen tiempo pude encontrar la ansiada respuesta y cada vez que podía se lo hacía saber a mis camaradas, también en mi etapa de profesor aproveché de enseñarla en aula, junto a otras tradiciones que parecen simple pero están cargadas de una historia, como lo son el saludo de mano en visera, o porqué se realiza la posición “a discreción” con el pie izquierdo adelante, la posición de los grados en los uniformes, entre otras preguntas que iban enriqueciendo tardes de tertulias o complementando una actividad en la sala de clases.

Ahora bien, para escribir este artículo he investigado contactándome a través de internet con autores y academias, encontrando algunos datos que compartiré con ustedes. La historia nos cuenta que la llegada a España de la dinastía de los Borbones desde Francia, trajo a la milicia española intensas transformaciones. El nuevo ejército que se fue formando, comenzó a destacarse por su carácter permanente y profesional. Además se originó una nueva organización administrativa basada en un sistema disciplinado y centralizado.

También se introdujo un nuevo modelo de instrucción en la infantería con el uso del fusil y la bayoneta en lugar del antiguo mosquetón, se perfeccionaron los servicios de acuartelamiento, intendencia y transporte, entre otros. El ejército resultante del conjunto de reformas impuestas, fue una mezcla de tradición y modernidad que vino a prestigiar la carrera de las armas. Fue dotado asimismo de unas Ordenanzas, las de 1768, que regían los principios morales de la milicia, llegando con pocos cambios hasta la actualidad.

Estas reformas inspiradas en el modelo francés, dio a que se suprimieran los tradicionales tercios y se implantara el sistema de brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. A partir de esto el ejército se dividió en cuatro cuerpos: infantería, caballería, artillería e ingenieros, lo que se parece al actual.

También cambió el uniforme, y se puso más en consonancia con la moda de la época. En 1767 se estableció el servicio militar obligatorio mediante el sistema de quintas. Por otra parte la Flota se renovó, era necesaria una flota moderna y eficaz para garantizar el prestigio nacional y las relaciones con las colonias alrededor del mundo y como bien sabemos en particular con las de América.

En aquellos años el tratamiento protocolar entre las personas era de “señor” y a continuación se nombraba el empleo, lo que en alguna medida se continúa realizando con bastantes profesiones.

En nuestro país se trata en una forma muy popular a los médicos de “doctor” y los docentes de “profesor”.  De igual forma el tratamiento de los militares en otras capitales europeas no escapaba de aquella moda y es así que en Italia el tratamiento era de “signore capitano”, “signore colonnello”.  En el Reino Unido los militares dejaron el “Señor” para el trato a una autoridad militar de grado superior.

La nueva colonia de Norteamérica realizó una composición al “Señor” y lo dejó en un “Señor, sí, señor”.  Por otra parte en Francia se utilizaba el “Monsieur, madame y mademoiselle” haciendo el tratamiento excesivamente largo y para saludar tenía que decir “Monsieur le capitaine”. Es por ello que en el caso de Francia esto se abreviaba desde hacía bastante tiempo y el mencionado “Monsieur le capitaine” quedaba reducido a “mon capitaine”, esta moda en el trato la llevaron los francesas a España y desde el gran cambio ocurrido con la dinastía Borbón, vino a reforzar este tratamiento que al ser popularizado sufre la transformación de “mon” al conocido “mi”, que en esencia es un trato de respeto que no quiere decir otra cosa que “Señor” junto al correspondiente grado.

Luego de esto, es fácil comprender que en aquellos años los españoles llegados a Latinoamérica y en particular los soldados avecindados en estas tierras con el propósito de mantener las colonias, trajeran la costumbre del trato militar y es bastante fácil encontrar informes de batallas con este tratamiento de “mi”, es así como en la batalla de Rancagua ocurrida el 1 y 2 de octubre de 1814, los informes de un bando y del otro anteponen el mencionado “mi” al grado que hacen referencia en sus escritos.

Desde el inicio de la República de Chile los militares tienen este tratamiento de respeto y la mayoría de los civiles que tienen cercanía al mundo militar asumen esta costumbre con una clara señal de respeto a quien dedica su vida al servicio de la patria, esto a pesar de que no es una obligación y en más de alguna oportunidad se ha oficiado que se debe eliminar del trato diario el “mi”.

Muchas costumbres que nacieron por una causa, que el tiempo ha ido borrando y hoy es solo parte de la tradición y costumbre. Es bueno detenerse un momento y reflexionar de lo obvio para entender la esencia de lo cotidiano y enriquecerlo con las causas que lo originaron.

 Suboficial Mayor Juan Poblete Venegas, FAC H-Retirado

Lee el artículo original aquí:

http://www.airpower.maxwell.af.mil/apjinternational/apj-s/2014/2014-4/2014-4.pdf vía Mario A.

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